METÁFORA DE LA
VIDA
Bimba está
cansada; mejor, Bimba vive cansada. Bimba es mi mascota. Los vecinos que la
observan en cualquiera de los cuatro rutinarios recorridos comentan: “Es muy
mayor, ¿verdad?” Yo asiento dubitativo: “Debe de tener alrededor de 16 años”.
No puedo precisar una edad segura, pues a Bimba la recogimos en una chatarrería,
sin pedigrí alguno.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVDp_IgVJRoND4bdaH90PSqpdW3uqPbKb8qceFeAuhrziyqpJF1BzS3XZ4nAYlVFxxplgBVZgwOw4lFQW0piuxo0HmAZJThd4jjrsYlnc-l75rQI0UB31f2HGH-lPg5IWSAWNjtPgeWSQ/s1600/BIMBA+MAYO+2014+2.jpg)
Su angustioso
jadeo después del mínimo esfuerzo que supone la salida de casa, donde discurre
el día encamada en su rincón en un dormivela, la delata.
Han pasado rápidamente
los años desde aquel mes de mayo en el que, a instancias de mis hijos, entró
por vez primera en casa como regalo por el día de las madres.
Nunca me atrajo la
convivencia con una mascota, consciente de la dependencia que ello supondría en
un plazo determinado, cuando mis hijos, uno tras otro, fueran abandonando el
hogar y remontando el vuelo para iniciar sus aventuras autónomas.
Con regularidad
instintiva Bimba me busca a la hora del paseo, así como abandona su rincón y se
incorpora pesadamente, acercándose a mi mujer cuando nos sentamos junto a la
mesa en la cocina a medio día y al anochecer.
Los roles están
definidos y Bimba es consciente de ello.
Nosotros, mi mujer
y yo, vislumbramos no muy lejano el día en que Bimba nos deje definitivamente
solos. Sin duda la echaremos de menos. Su presencia en casa atrae
necesariamente nuestra solicitud. Llegado el momento, supliremos la ausencia.
Procuraremos fijar ambos más nuestra atención recíprocamente, ahora que la edad
también nos hace más sensibles y dependientes.
Habituado a
explorar la trascendencia en cualquier acontecimiento de mi vida, descubro en
Bimba la analogía. Sin buscarlos vienen al recuerdo hombres cansados,
decepcionados, desilusionados, sin esperanza alguna, sin ansias de vivir…
A veces nos
cruzamos con ellos sin percatarnos, porque también nosotros nos sumergimos en
la vorágine que nos lleva y nos trae sin pausa.
Extraña que estas
situaciones persistan en sociedades avanzadas, saturadas de tecnología y
bienestar.
“El número de
suicidios en Finlandia en el 2013 se incrementó en un cinco por ciento en
comparación con el año anterior” (El Mundo, 20 enero 2014).
Cada ciudadano que
decide cercenar bruscamente su vida es un fracaso colectivo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjtEhKCCIo8FHSvmQf6V7LRdxiAh8-1rT5dKcoUMhqCQ7PTGpm9FaM6bu_glS9hu2x7KYNbAHeK5Z5fO3BXqP0ZlbEOuxpX8IKtzFgCnVBTHl4iPQQr59FUWhlgu_7BqtLQe-DEf4h3I4/s1600/sombras+humanas.jpg)
Bimba me abre hoy
los ojos para ir más allá de las sombras sin rostros identificables. Bimba me
incita a mirar cara a cara a cada persona y penetrar hasta su corazón doliente
y acongojado. Es el último servicio de Bimba, metáfora de la vida.
Salvador Egea Solórzano