Días tras días los recuerdos se agolpan, las imágenes se suceden como
secuencias de una película. No existe distancia entre Mérida y La Isla. Los
afectos no entienden de kilometraje. Hace unos días nos has dejado. Esperábamos
el desenlace de la enfermedad que ha precipitado tu deterioro físico y
fallecimiento. ¡Pero nunca es el momento! ¡Sólo eran setenta años cumplidos el
pasado diciembre!, me atrevo a decir hoy cuando yo me aproximo al borde de la
fatídica década. Has dejado un vacío que no imaginaba fuera tan denso.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjn5yLqnkphgrWXSOtt6AnG7Usom-LifffiCtqC_FiTdDKmK3zK9VjDvZ9IPC-9geWrTDCDINgduGXFBp5569Krb5A1w1nf49RSnaMWYqSdlbuzc8VF3XrmvIuTn980cJ1x9srrukNsMn0/s200/Infancia++2.jpg)
Ignoro
por qué son precisamente los recuerdos tan lejanos de la infancia los que
afloran con más obstinación a la vanguardia de mi memoria, como si quisieran
desplazar tercamente a los más recientes.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6yUOyb-qp3rEjad4ZgOlif7gd0u5N6O3PPo0v9cSEutJFlMYlZ6fTm2CXJt-rJxLoUmniOl_jXMHL_mGR6bAc1mbXn_QJE7E19MVkDqIB0VNeRXcxLZ8MNhoSDqpOVbu3x-VPd5UnmvU/s200/Infancia+4.jpg)
Extremeño
de adopción, nunca olvidaste tus raíces “cañaillas”.
Residiendo yo en La Isla, eras tú, sin embargo, quien me remitías con
frecuencia archivos pps sobre eventos y geografía gaditanos. Al abrirlos hoy
recordaré siempre tu presencia.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVqxmjsUxjjfUyUAG1FZ9aKk7hMV-klGwEf55aFDRHfT3HzCuSbphI62ISOpdiiD6MeNkzxRdrQShoD7_4loL4Ydz0a6M_v20xbaA45v8jnb5iNoxK1N_d9PMZjdE2yM54eeDsWDQNA-8/s200/P+Lavaera.jpg)
No
quiero que estas líneas las interpretes como un panegírico póstumo, pues el
recuerdo es el único lugar en donde nunca ha de morir una persona querida.
Tú
sigues vivo y tu presencia nos reconforta hasta la llegada del reencuentro
definitivo.
¡Descansa
en paz!
Salvador Egea Solórzano
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