El llanto desgarrado es expresión de la conmoción del
recién nacido al abandonar traumáticamente el acogedor seno materno, donde
plácidamente ha permanecido durante el periodo de gestación. Sin embargo, es
evidentemente un paso decisivo, absolutamente ineludible, en la secuencia de la
autonomía personal.
Tras esta original experiencia serán múltiples las
pequeñas o grandes frustraciones que acompañarán el proceso evolutivo del niño
y adolescente hacia la madurez. Cualquier persona adulta completaría un prolijo
elenco de desilusiones, reveses y desengaños si se dispusiera a rememorar su
historia personal.
Cada uno de nosotros construye su vida jalonando
objetivos, que unas veces conseguimos y otras redefinimos después de constatar
que nos hemos estrellado en el intento por alcanzarlos. Analizamos y evaluamos
las razones que impidieron lograr las metas propuestas y, si en nosotros
permanece el ansia de superación, damos un nuevo impulso a nuestra vida.
Cuando se otea, desde una perspectiva ya avanzada los
años transcurridos, muchos criterios y axiomas se han relativizado en el
camino, quedando firmes sólo aquellos valores y convicciones que fundamentan
nuestra existencia y le otorgan sentido definitivo.
Viví ilusionada e intensamente el advenimiento de la
democracia en nuestro país, como tantos conciudadanos, con la esperanza de la
regeneración política, económica y social. Desde los inicios de la transición
soy afiliado sindical, como expresión del compromiso personal en la transformación
de las estructuras hacia una sociedad más equitativa y justa.
He soñado reiteradamente con la utopía de un mundo en
el que la fraternidad, la justicia, la equidad, la solidaridad… se hacían
realidad.
Hoy, al despertar, siento cierta decepción. No me
desalienta la política. Me siento, en gran medida, defraudado porque las reglas
del marco político se nos imponen siempre en detrimento y perjuicio de los más
desfavorecidos de la sociedad.
Aflora a mi memoria el dictamen del filósofo Ortega y
Gasset, tras los vaivenes de la recién proclamada II República: “No es esto, no es esto”.
Corrupción, fraudes de grandes sociedades y fortunas
a la hacienda pública, compensaciones millonarias a los gestores que han
inducido la crisis en la que estamos sumidos, a costa precisamente de los
recortes económicos y la calidad de vida de las clases sociales depauperadas,
concentración de las riquezas en oligopolios multinacionales que manipulan,
coaccionan y condicionan el poder político en la toma de decisiones…, siempre
atentos a sus intereses corporativos.
Todo ello dibuja un escenario en el que cunde el
desengaño y tal como confirman, una y otra vez, los sondeos demoscópicos causa
desafección hacia la clase política, hasta considerarla uno de los grandes
problemas en opinión de los encuestados.
Ante tan sombrío panorama busco el resorte que me
inmunice contra la frustración y el desaliento.
“Esperar
contra toda esperanza” (Rom 4,18)), exhorta Pablo de Tarso a los
creyentes de Roma, aludiendo a la figura paradigmática del patriarca Abrahán.
La incitación del Apóstol es especialmente relevante en estas semanas de
Adviento. Junto al salmista recito: “El auxilio me viene del Señor, que hizo el
cielo y la tierra” (s 121,2), “Mejor es refugiarse en el Señor que confiar en
magnates” (s 118,9), “Señor, mi roca, mi alcázar, mi liberador…” (s 18,3).
La esperanza sólida y estable, fundada sobre Roca, en
el advenimiento del Reino, esperanza que es también compromiso en el presente
con el proyecto de instauración evangélica, disipa toda sombra de abatimiento y
pesimismo.
En definitiva el cristiano es el hombre de la
esperanza y esta esperanza comprometida y comprometedora nos alienta, pese a
las situaciones de arbitrariedad, atropellos y desafueros, a no desfallecer en
el empeño.
Este es mi testimonio cuando, desde mi atalaya,
contemplo preocupado, aunque esperanzado, la devastadora política que carcome los
cimientos del estado de bienestar, sumiendo a numerosas familias en la carencia de los más elementales
derechos personales.
¡Ojalá el
clamor cristiano del Adviento “Maranatha”,
al tiempo que fortalezca nuestra esperanza, transforme las conciencias y
actitudes de los que ostentan el poder y rigen los destinos del mundo!
Salvador Egea Solórzano
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