Nos
conocíamos todos. Sin llegar a ser el clásico “patio de vecinos”, tan común en
alguna zona de la ciudad, la estructura del edificio facilitaba el encuentro,
la intercomunicación y junto al cotilleo, la solidaridad entre sus moradores.
Hoy
aquel emplazamiento lo ocupa un inmueble con una fachada que distorsiona el
urbanismo isleño: “Pasaje de la
Música ”, comercio de electrodomésticos y viviendas
construidas en la década de los sesenta del siglo pasado, sin considerar la
estética urbanística específica de la
Isla.
Evoco
esta parcela de mi infancia porque la imagen de aquella lejana, pero
interrelacionada forma de vida, se me hace presente cuando pretendo describir
cómo percibo el cotidiano discurrir de mi parroquia.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivnNVS2NsOYAogdhWXZE0RkdQ-KjMNq65_dSr-h1eOKSvgBlzix4fz-1dPv9q03uIJ7TbDMObgbmpW0wzlzXUP68bdmb-yjZLsNFCWnp9Fq-6LtP8veyR1C4ETlnk8OtmO-NAmM_4Fqjs/s320/2+parroquia_buen_pastor_san_fernando.jpg)
Aún
así es la catedral de “El Buen Pastor”,
apelativo cariñoso e hiperbólico con que la distinguió Paco Piñero, ss.cc., uno
de los últimos párrocos en regirla.
Pero
una parroquia no se define fundamentalmente por la edificación que delimita el
espacio sagrado, ni por el ámbito físico de calles, plazas y avenidas que
jurídicamente la integran. Son los miembros que participan y conforman la
comunidad los que constituyen la esencia parroquial.
La
auténtica riqueza de la parroquia no está fundada en compactos contrafuertes,
volátiles arbotantes, bóvedas de crucería, retablos barrocos y vidrieras
multicolores.
El
patrimonio lo constituyen la vitalidad y el compromiso de los miembros de la
parroquia, la multiplicidad de tareas programadas desde el objetivo de la
instauración del Reino, la atención, desde el espíritu evangélico, a todas y
cada una de las individualidades que aproximan a ella sus pasos y corazones, la
experiencia de la cercanía de Jesús en la vida y en el testimonio de los
parroquianos, la celebración jubilosa de los misterios de nuestra fe, la
memoria, hecha realidad, de la
Cena del Señor en la Eucaristía …
Catequesis
de infancia, grupos juveniles, comunidades de adultos; servicios específicos:
apoyo escolar, juego de niños, caritas asistencial, tercera edad y una prolija
serie de actividades, no enumeradas, que proyectan la imagen de una parroquia
viva y volcada en la barriada. Toda esta fertilidad es el capital de mi
parroquia.
Por
ello, este ir y venir, este bullicio regulado, este cruce de feligreses en el
patio “Padre Damián”: niños, jóvenes y adultos, estas celebraciones festivas…,
rememoran la imagen del patio de vecinos, en el que, sin lazos de sangre entre
familias, y sin las connotaciones peyorativas que, en ocasiones, se le ha
adjudicado a esta peculiar forma de convivencia, veo reflejado el diario devenir de mi
parroquia.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpkq7WtY-OzR5uj65hl1-DgjNINv5nTIlmNGKUy9i6s8trZ8pI4UgLuKdWHdoMm49RON7VO7AKF5rI7focC3k10qFzu_5c8yewgFlNZpU8LH3-54FDcRTCDjgue_9iIHzHxL9MemtUOoA/s320/4+Parroquia+Buen+Pastor+Fano.jpg)
Con
absoluta certeza este “patio de vecinos” es la alegoría tangible de la mansión
en la que todos, algún día, nos encontraremos en una convivencia fraterna e
imperecedera: la casa del Padre.
2 comentarios:
Genial, como siempre, Salvador. Preciosa alegoría, de esta iglesia viva en la que tuvimos la gran suerte de conoceros a vosotros, a vuestros hij@s y a toda la buena gente, "piedras vivas" que conforman la comunidad parroquial.
Querido Salvador, aunque no nos conocemos personalmente, ya hemos coincidido en varios ciber-causas. Leí con gusto hace unos meses un relato tuyo de tu acercamiento a la parroquia a través de tu hijo. Hoy leo esto estando a 12,000 km. Yo me crié en la fe en la Parroquia del Buen Pastor. Te puedo decir que hace treinta años ya era así. Gracias por explicarlo tan bellamente.
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