Es tradición celebrar con
singular entusiasmo conmemoraciones significativas: Bodas de Plata, de Oro…,
algunos privilegiados, Bodas de Platino.
Hoy, tras 38 años de enlace
matrimonial, rindo homenaje a los números modestos, a los que no culminan
ningún ciclo completo. Porque, en realidad, son ellos los que paulatina, pero
ininterrumpidamente, sin descanso, jalonan y cierran el círculo.
Nos hacemos mayores, si no
lo somos ya. Cada ineludible cita médica nos depara nueva sorpresa. Nos evidencia
la fragilidad, limitaciones, el desgaste físico connatural a los años.
Protagonizamos progresivamente la inexorable realidad.
Conforta que aquel vínculo
sacro que consagró el amor conyugal delante del altar de la sencilla parroquia
“El Buen Pastor”, al contrario del deteriorado cuerpo, haya ido intensificando
cohesión, año tras año, sorteando mil eventualidades y desbrozando una historia
compartida.
En esta historia son hitos
destacados los hijos, la familia que ha ido expandiéndose engendrando nuevos brotes,
generando frondosidad.
Dios nos ha ido acompañando
a lo largo del camino. Hemos experimentado su presencia que cada día
agradecemos. Con la confianza depositada en su amor de Padre proseguimos la
andadura.
Salvador Egea Solórzano
1 comentario:
Pues muchas felicidades, pareja. Que disfrutéis de todos vuestros seres queridos, y que podamos seguir disfrutando del testimonio generoso y comprometido de vuestro amor.
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