“¿CÓMO TE ENCUENTRAS?
Homenaje – 2”
El 3 de enero pasado publiqué en la plataforma Facebook “QUIERO… (Homenaje)”, en referencia a mi mujer, fallecida el 16 de diciembre.
Durante estos más de dos meses
transcurridos he recibido innumerables muestras de afecto, sincera condolencia,
entrañable interés por conocer y acompañarme en mi estado actual.
Esta misma mañana, como testimonio-
síntesis de lo expresado, uno de tantos amigos interrumpió la conversación que
manteníamos e improvisadamente me espetó: “Pero, bueno, Salvador, ¿tú cómo
estás?”
Este requerimiento evocó el email,
recibido el 1 de febrero, de una de esas amistades nacidas en el discurrir de los
años de juventud y formación académica.
Respondí también por escrito,
pasados unos días, el mensaje. Hoy he decidido hacer pública mi respuesta como
agradecimiento a tantas manifestaciones de aprecio y como continuación de aquel
primer “Quiero… (Homenaje)” publicado.
-------
Familia y amigos me vienen
diciendo casi desde el día del fallecimiento de mi mujer que el tiempo irá
relegando a segundo plano el recuerdo de aquella noche y la consiguiente
sensación que me abruma. Insistentemente me preguntan: “¿Cómo te encuentras?” Monótonamente
respondo: “Bien…, sigo la rutina diaria”. De modo que cualquier espectador
puede afirmar: “No ha pasado nada, ahí lo ves, no hay diferencia entre el
Salvador de ayer y el de hoy…”
Solo ha cambiado algo, -----, mi
mujer no está en la cocina (su despacho, la llamaba), mientras yo estoy
tecleando en el ordenador o leyendo y consultando información. Tampoco está
cuando la alarma me encuentra ya despierto al amanecer o cuando las circunstancias,
aunque mi hijo --- conviva conmigo de momento, me hacen presente
la soledad a la hora de sentarme a comer o cenar.
A veces, parece que estoy
viviendo un sueño, una pesadilla… ¡Tan inesperado, tan ilógico…! ¡Cuántas veces
nos imaginábamos dos ancianitos del brazo, apoyados uno en el otro! Acababa de
cumplir 70 años y yo con 78 cumplidos voy desafiando las periódicas revisiones
médicas y escabulléndome de situaciones críticas, como el infarto (tres bypass
coronarios), o llegando a urgencia clínica con menos de dos millones de
hematíes.
No nos poníamos de acuerdo. Cada
uno quería irse primero; pero, acto seguido, ella enseguida decía: “Tampoco te
quiero dejar solo”. Únicamente la imagen de un trágico accidente era capaz de
quitarnos de la cabeza la idea de irnos los dos juntos en “ese viaje a lo
desconocido”, que un día se me ocurrió regalarle, cuando no supe ofrecerle más
que mi presencia.
Estoy deseando que me llame, que
su voz me despierte una madrugada, como aquel 16 de diciembre, presto ya a completar
en la eternidad los años que nos quedaban por convivir y fueron truncados.
Me conoces bien y te conozco y
aprecio en ti la capacidad de leer en las líneas que preceden, más allá de la
literalidad, lo que cada párrafo encierra y es tan difícil de expresar,
comunicar…
No obstante, esta situación
anímica no quiere dar a entender que me encuentre desolado, deprimido, abatido…
¡En modo alguno! Decía en el primer párrafo y, es verdad, “sigo la rutina
diaria”. Lo considero la mejor terapia, pero, sobre todo, es un homenaje a mi
mujer. Y, aparte otras motivaciones derivadas del don de la fe, es lo que ella
me indicaría o me susurra, en presente, sin condicional, en estos momentos.
El día a día está lleno. ¡No
estoy jubilado! Ahora con más trabajo, pues he de añadir labores domésticas que
habitualmente compartíamos.
Me levanto muy temprano (a juicio
de familia y amigos) y desde primera hora “esa rutina” de la que hablaba, hace
que me siente, lea las lecturas bíblicas del día, reflexione… y elabore un
archivo jpg que cada amanecer subo a las redes (Instagram, Faceboock, Twitter)
y posteriormente comparto con grupos parroquiales.
Luego, no todas las jornadas son
iguales en tareas, pero la sensación es que las horas se acortan y los días no
llegan a alcanzar las 24 horas porque el tiempo pasa rápido. Faenas domésticas,
con todo lo que conlleva aparejado, ocupan gran parte de la mañana. En estos
días el “papeleo” y todo el ajetreo administrativo derivado del fallecimiento
acapara tiempo. Pero sobre todo mi implicación en la parroquia, en la que mi
mujer y yo hemos vivido y alimentado la fe y han crecido nuestros hijos
polariza, de una manera u otra, mi atención y absorbe con convicción tiempo sin
medida.
Apenas veo la tele, intento estar
bien informado, leo… Te asombrarás si te digo que una de mis últimas lecturas
ha sido J.I. González Faus, “La humanidad nueva. Ensayo de Cristología”. Estoy
suscrito a varias publicaciones y, a veces, tengo que apilar boletines,
folletos, semanarios y, de vez en cuando, hacer “horas extras” para ponerme al
día. Si no tuviera nada que hacer, me lo inventaría, pero una ocupación que
siempre va quedando atrás es escribir.
En respuesta a tu emotivo email
he desembuchado un relato dejando que el corazón se fuera explayando sin
cortapisas. He tardado unos días en responderte, pero creo que, hoy por hoy,
estás servido. Dejo para el final el agradecimiento por tu recuerdo, tu
presencia que siempre está, tu vieja amistad que los años no desgastan, sino
acrecientan y fortalecen
Un más que afectuoso, fraterno
abrazo, extensivo a tu mujer. Espero, deseo que los dos gocéis de salud de
hierro
Fraternalmente
Salvador