viernes, 14 de octubre de 2011

COMENZAMOS...


COMENZAMOS…

            Septiembre y octubre son todos los años meses de reencuentros. El inicio del curso académico congrega nuevamente a alumnos y profesores en los distintos niveles educativos. La administración pública y la actividad política que en agosto permanecen aletargadas lubrifican sus engranajes y el sistema rueda a pleno rendimiento.
            La vida parroquial parece seguir el ritmo determinado en el ámbito escolar y universitario. Comienzan las catequesis. Niños y adolescentes se acercan semanalmente a la parroquia, terminado el descanso veraniego. Otros varios servicios y actividades que configuran su complejo organigrama van progresivamente activándose en la parroquia “El Buen Pastor” de San Fernando. También las comunidades y grupos de adultos.
            Hoy jueves, 13 de octubre, la comunidad 12 ha reiniciado las reuniones.
            Todos anhelábamos el reencuentro. Como animador del grupo había atendido en días pasados reiteradas manifestaciones que reafirmaban el ansia por comenzar.
            Los primeros saludos, las primeras palabras fueron expresivos y elocuentes. Añorar la presencia de un miembro del grupo que no pudo asistir no fue óbice para que todos saludáramos con satisfacción la reincorporación de Carmen que, después de un año de ausencia por motivos laborales, se reintegraba a la comunidad.
            El verano se había vivido intensamente. Las experiencias personales variadas, densas y de hondas repercusiones vitales merecían ser analizadas detenidamente. Postergamos su comentario para la siguiente reunión. Hoy consideramos que fue suficiente con el sosegado y esperanzador rato de oración que juntos mantuvimos en el acogedor oratorio anexo al templo.

San Fernando, 13 de octubre de 2011.

Salvador Egea Solórzano

miércoles, 12 de octubre de 2011

CRÓNICA DE UN ALDEANO.

CRÓNICA DE UN ALDEANO

            Habituado a trayectos interurbanos breves y rápidos el desplazamiento a  través de la SE-30 entre la sevillana barriada “Cerro del Águila” y el “Parque del Alamillo” me hizo constatar el amplio perímetro de la urbe.
            El amanecer del domingo 9 de octubre presagiaba lo que sería una jornada de inicio del otoño: cielos abiertos y temperatura que iría en aumento sin llegar al agobio del estío.
            No tenía referencia alguna acerca del “Parque del Alamillo”, así que cuando aparcamos los coches y nos fuimos adentrando en el recinto cercado, el largo itinerario hasta el lugar donde dispusimos instalarnos me abrió los ojos a la inmensidad del entorno.
            El Parque se extiende cuarentisiete hectáreas en la zona norte de la Isla de la Cartuja. Es un ámbito natural privilegiado. Inaugurado el 12 de octubre de 1993 cumple, por tanto, hoy dieciocho años. Ha alcanzado la mayoría de edad con una amplia oferta de servicios y actividades que enriquecen su ya de por sí valor inherente.
            El Parque es el hábitat de innumerables especies que configuran una flora y fauna de extraordinario atractivo ecológico.
            Centenares, tal vez miles de familias se congregan y distribuyen agrupadas el fin de semana por el inmenso tapiz, cobijadas a la sombra de chopos, álamos, olmos, encinas, pinos, algarrobos y tantas otras especies arbóreas.
            Hasta allí nos llevó la cita del “Colectivo La Leche” que organizaba a partir de las 13:30 h. la “Fiesta de la Lactancia Materna”.  Como rezaba la invitación la convocatoria era extensiva a “madres, embarazadas, padres, abuelos, profesionales de la salud y cualquier persona interesada por la lactancia materna. Los bebés son bienvenidos”.
            Mi hija Irene tenía la ilusión de que, al menos unas horas, los abuelos Puri y Salvador pudiéramos compartir la “fiesta” con Lolita, nuestra nieta.
            Realmente, al margen de otras consideraciones, fue estimulante conservar en nuestras retinas y oídos las imágenes y balbuceos de Lolita mientras jugueteábamos sobre la tela que, a modo de alfombra protectora, cubría la hierba. 

San Fernando 12 de octubre de 2011
Salvador Egea Solórzano