viernes, 14 de noviembre de 2014

"CALLE DE EN MEDIO"



De paciencia o resignación no escaseamos los vecinos de la avenida donde resido. Más de dos décadas han transcurrido desde que nos entregaron las viviendas, prometieron comunicar la urbanización con la barriada limítrofe y facilitar una salida rápida a la capital.
Hace poco más de un año, por fin, la gerencia de urbanismo inauguró la “Calle de en medio”
Su apertura ha incrementado en la avenida espectacularmente el tránsito de vehículos y de la tranquilidad silenciosa hemos pasado al bullicio de las horas-punta. Es el peaje que los vecinos abonamos en contrapartida.
Oficialmente la “Calle de en medio” no mereció ser rotulada: es simplemente una prolongación. Tal vez no se consideró necesario, a pesar de su indudable funcionalidad, puesto que carece de portales y viviendas a los que acceder directamente.
Yo, considerando el gran servicio que como vía de comunicación presta, me he atrevido a bautizarla  “Calle de en medio”.
Irregular amplitud en su acerado, acacias y mobiliario urbano le otorgan singularidad respecto a la avenida matriz.
Por la “Calle de en medio” transitan peatonalmente jóvenes madres presurosas que llevan y traen a sus hijos a colegios próximos, estudiantes adolescentes hacia el instituto de secundaria, vecinas que arrastran el carrito de compras hacia o desde el supermercado cercano…
Al pasear mi mascota he observado, en ocasiones, dormitando en un banco, un transeúnte vagabundo.
Parece como si, de pronto, la “Calle de en medio” nos hubiera abierto las puertas de la ciudad a los vecinos, ¡tan enclaustrados estábamos por la incomunicación…!
En cierto momento, recorriendo pausadamente tan exiguo paseo, la “Calle de en medio” generó la metáfora.
Metáfora de la vida que ciertamente no es más que un tránsito, no constituye ninguna meta definitiva, es una “Calle de en medio”. Yerran quienes, considerándola de facto estación terminal, acumulan y atesoran en actitud insensata, insolidaria y hedonista (Lc 12,16-21).
Metáfora de la vida porque cada uno de nosotros, en imagen en absoluto original, hemos de constituirnos en puentes que enlacen orillas y no en muros infranqueables que aíslen.
Metáfora de la vida porque sobre el pavimento que vamos extendiendo con disponibilidad y atención a la realidad que nos rodea se desplazan aquellos que, perdidos en el laberinto de su propia existencia, buscan salida a su soledad, reclusión y abatimiento.
La “Calle de en medio”, que tan gran prestación facilita a la ciudadanía, ya es para mí algo más que simplemente un oportuno servicio público. Cuando reiteradamente la recorro a diario no puedo evitar sentirme yo también, al menos como proyecto inconcluso, “Calle de en medio”.

            Salvador Egea Solórzano