jueves, 13 de diciembre de 2012

"ESPERAR CONTRA TODA ESPERANZA"



El llanto desgarrado es expresión de la conmoción del recién nacido al abandonar traumáticamente el acogedor seno materno, donde plácidamente ha permanecido durante el periodo de gestación. Sin embargo, es evidentemente un paso decisivo, absolutamente ineludible, en la secuencia de la autonomía personal.

Tras esta original experiencia serán múltiples las pequeñas o grandes frustraciones que acompañarán el proceso evolutivo del niño y adolescente hacia la madurez. Cualquier persona adulta completaría un prolijo elenco de desilusiones, reveses y desengaños si se dispusiera a rememorar su historia personal.

Cada uno de nosotros construye su vida jalonando objetivos, que unas veces conseguimos y otras redefinimos después de constatar que nos hemos estrellado en el intento por alcanzarlos. Analizamos y evaluamos las razones que impidieron lograr las metas propuestas y, si en nosotros permanece el ansia de superación, damos un nuevo impulso a nuestra vida.

Cuando se otea, desde una perspectiva ya avanzada los años transcurridos, muchos criterios y axiomas se han relativizado en el camino, quedando firmes sólo aquellos valores y convicciones que fundamentan nuestra existencia y le otorgan sentido definitivo.

Viví ilusionada e intensamente el advenimiento de la democracia en nuestro país, como tantos conciudadanos, con la esperanza de la regeneración política, económica y social. Desde los inicios de la transición soy afiliado sindical, como expresión del compromiso personal en la transformación de las estructuras hacia una sociedad más equitativa y justa.

He soñado reiteradamente con la utopía de un mundo en el que la fraternidad, la justicia, la equidad, la solidaridad… se hacían realidad.

Hoy, al despertar, siento cierta decepción. No me desalienta la política. Me siento, en gran medida, defraudado porque las reglas del marco político se nos imponen siempre en detrimento y perjuicio de los más desfavorecidos de la sociedad.

Aflora a mi memoria el dictamen del filósofo Ortega y Gasset, tras los vaivenes de la recién proclamada II República: “No es esto, no es esto”.

Corrupción, fraudes de grandes sociedades y fortunas a la hacienda pública, compensaciones millonarias a los gestores que han inducido la crisis en la que estamos sumidos, a costa precisamente de los recortes económicos y la calidad de vida de las clases sociales depauperadas, concentración de las riquezas en oligopolios multinacionales que manipulan, coaccionan y condicionan el poder político en la toma de decisiones…, siempre atentos a sus intereses corporativos.

Todo ello dibuja un escenario en el que cunde el desengaño y tal como confirman, una y otra vez, los sondeos demoscópicos causa desafección hacia la clase política, hasta considerarla uno de los grandes problemas en opinión de los encuestados.

Ante tan sombrío panorama busco el resorte que me inmunice contra la frustración y el desaliento.

“Esperar  contra toda esperanza” (Rom 4,18)), exhorta Pablo de Tarso a los creyentes de Roma, aludiendo a la figura paradigmática del patriarca Abrahán. La incitación del Apóstol es especialmente relevante en estas semanas de Adviento. Junto al salmista recito: “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra” (s 121,2), “Mejor es refugiarse en el Señor que confiar en magnates” (s 118,9), “Señor, mi roca, mi alcázar, mi liberador…” (s 18,3).

La esperanza sólida y estable, fundada sobre Roca, en el advenimiento del Reino, esperanza que es también compromiso en el presente con el proyecto de instauración evangélica, disipa toda sombra de abatimiento y pesimismo.

En definitiva el cristiano es el hombre de la esperanza y esta esperanza comprometida y comprometedora nos alienta, pese a las situaciones de arbitrariedad, atropellos y desafueros, a no desfallecer en el empeño.

Este es mi testimonio cuando, desde mi atalaya, contemplo preocupado, aunque esperanzado,  la devastadora política que carcome los cimientos del estado de bienestar, sumiendo a numerosas familias  en la carencia de los más elementales derechos personales. 
¡Ojalá  el clamor cristiano del Adviento “Maranatha”, al tiempo que fortalezca nuestra esperanza, transforme las conciencias y actitudes de los que ostentan el poder y rigen los destinos del mundo!



Salvador Egea Solórzano