martes, 18 de octubre de 2011

PÁJARO CARPINTERO




PÁJARO CARPINTERO

           No es una especie que se prodigue en núcleos urbanos. Pero ahí estaba un tenaz ejemplar de pájaro carpintero percutiendo insistentemente con su pico, horadando frenéticamente el tronco del árbol en el jardín, junto al porche.
          Me llamó la atención lo insólito del suceso y me quedé observando buen rato, procurando no molestar tan ardua tarea con ruidos o movimientos indiscretos.
          A partir de un pequeño resquicio en la corteza, la oquedad fue agrandándose, adquiriendo forma. Ciertamente era admirable tanto el proceso como el resultado que  iba percibiendo de tan constante labor.
          Un leve cambio inconsciente de postura derivado posiblemente del mismo cansancio que yo en aquel momento acumulaba hizo que el ave desapareciera. Abrí los ojos y me encontré en la cama. Eran las cinco y media de la madrugada. Había despertado de un enigmático sueño.
          No suelo recordar al despertar las imágenes oníricas y menos aún soy adicto a indagar posibles interpretaciones. Estoy seguro que cada uno podríamos aportar nuestro análisis. No obstante esta vez tenía tan viva la evocación que no eludí glosarla con mi mujer. Su reacción espontánea discurrió hacia lo jocoso e irónico. ¡Claro, el sueño lo había experimentado yo!
          Cuando posteriormente me dispuse a redactar estas líneas recordé anécdotas de la infancia de mis hijos, que hoy, ya adultos, al comentarlas nos hacen sonreír.
          Era constante mi insistencia en la necesidad del sacrificio, el trabajo personal y  la “fuerza de voluntad”. En el argot familiar esta última expresión pasó a denominar determinados frutos secos a los que éramos muy aficionados y consumíamos con frecuencia.
          He asociado este chascarrillo con el sueño y no dejo de admirar la constancia y el esfuerzo de nuestro “pájaro carpintero”.
          Mis hijos, uno tras otro, hace ya años han volado del nido. Estoy seguro que todos ellos han sabido asumir y enriquecer su personalidad  con los valores de tenacidad y “fuerza de voluntad” del ave del sueño.

San Fernando, 18 de octubre de 2011
Salvador Egea Solórzano