domingo, 15 de septiembre de 2013

VUELAN

Vuelan las horas, vuelan los días…, los acontecimientos se precipitan en vorágine permanente. Lo dejó sentenciado el poeta: “Nuestras vidas son los ríos…” Así han ido cayendo las hojas del calendario durante este verano que termina, preludio e imagen de un otoño en el que se desnudan las higueras de mi pequeña parcela.
En la antesala del estío, el 19 de junio, me adentré en la década de los 70. Recordé la sapiencia del salmista: “Aunque uno viva setenta años y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan” (s. 90,10).
Sentado, cobijado en el porche, percibiendo la atmósfera relajante del atardecer, cuando la calima cede paso al crepúsculo, presidido por la luna, los sentidos se abren a múltiples sensaciones: el olor del césped recién cortado y regado, el silencio envolvente, interrumpido, a veces, por el chirrido del grillo que pretende atraer a sus hembras, los pálidos colores de la anochecida…
Y la imaginación vuela y la mente elabora sueños y el corazón palpita al ritmo de mil y una nostalgias…
Las fuerzas ya me abandonaron hace unos años cuando el chasquido fustigante del infarto me acercó al umbral de lo desconocido y me abrió los ojos a la relatividad de tantos absolutos con los que he ido jalonando los años.
Atrás ha quedado aquel primer periodo de jubilación en el que, novato jardinero y hortelano, cosechaba ilusionado, en estos días, el fruto del trabajo realizado.
Debilitada la fuerza física, la lectura ha sido mi refugio. Ha absorbido largas horas estivales y así por mis manos han pasado estos meses páginas y páginas casi monotemáticas:
Bonhoeffer, Dietrich, “El precio de la gracia. El seguimiento”
Castillo, J.M., “La humanización de Dios. Ensayo de Cristología. 2010”
Etxebarría, Lucía, “Lo verdadero es un momento de lo falso”
Francisco. Papa, “Lumen fidei”
González, Félix, “Jesús su vida oculta”
Küng, Hans, “Verdad controvertida. Memorias”
Picaza, Xabier. “Hijo de hombre. Historia de Jesús Galileo”
Leer me recuerda al caminante que ambiciona el horizonte que nunca alcanza por sus pies. Y así, este verano, un libro me ha llevado a otro y este a otro: Picaza, Bonhoeffer, Küng… y finalmente J.M. Castillo.
Es sorprendente que cuando he considerado haber recorrido el trayecto que colma mi ansia de conocimiento sobre un tema determinado, se amplía la perspectiva descubriendo nuevos horizontes, nuevos interrogantes, nuevas posibilidades y respuestas.
Bonhoeffer interpeló reiteradamente mi fe cristiana. He seleccionado dos citas:
“Sólo puede buscar a Dios quien ya le conoce." (p.133)
“Asemejarse a la forma de Jesucristo no es un ideal que se nos haya encomendado, consistente en conseguir cualquier parecido con Cristo. No somos nosotros quienes nos convertimos en imágenes; es la imagen de Dios, la persona misma de Cristo, la que quiere configurarse en nosotros (GaI 4,19). Es su propia forma la que quiere hacer brotar en nosotros. (…) Ahora quien atenta contra el hombre más pequeño atenta contra Cristo, que ha tomado una forma humana y ha restaurado en él la imagen de Dios”. (p.232)

J.M. Castillo ilustró la óptica desde la que había de iniciar el recorrido de la Cristología, al abogar por una Cristología “ascendente”, desde el hombre Jesús, en contraste con la Cristología “descendente”, tradicional, que toma como punto de partida la encarnación del Hijo de Dios.
Quiero destacar el resumen conclusivo del capítulo 2:
“Se puede decir que mientras la cristología no tenga la libertad y el coraje de afrontar seriamente los tres presupuestos que, durante siglos, se han dado por asuntos resueltos, no saldrá del callejón sin salida en que está metida. Quiero decir: si seguimos dando por supuesto que nosotros sabemos quién es Dios y, a partir de eso, pretendemos saber quién es Jesús, por ese camino nunca sabremos ni quién es Dios, ni quién es Jesús. Por otra parte, si damos por supuesto que Jesús es el único Salvador y, por tanto, el único camino de salvación, tampoco por ese camino podremos ponernos a dialogar en serio con los hombres y mujeres que tienen otras creencias religiosas. Finalmente, si damos por supuesto que, para salvarnos y acercarnos a Dios, el mismo Dios quiso y necesitó el sufrimiento y la muerte de Jesús, no nos será posible hablar en serio y cara a cara del Dios que quiere que seamos felices, que gocemos de todo lo bello y bueno que hay en la vida. (p. 73)
Muy ilustrativo es asimismo el párrafo que cito:
Hemos montado un cristianismo en el que ya no es Jesús el que nos dice cómo es la religión, sino que es la religión la que nos dice cómo es Jesús. Y entonces, lo que ha ocurrido es que la religión de toda la vida es el filtro, la rejilla hermenéutica, que nos interpreta a Jesús y que nos explica cómo hemos de entender a Jesús. De lo cual ha resultado que la religión ha deformado a Jesús. Y lo ha deformado hasta el extremo de que nos ha incapacitado para entender a Jesús, su persona, su vida y su mensaje. Un Jesús filtrado por la religión es un Jesús que pierde su originalidad, su significado y sobre todo sus exigencias. (p. 278)
Esta pasión por la lectura no ha impedido verme y considerarme afectado y sensibilizado por sucesivos acontecimientos familiares: la enfermedad de mi cuñado y la prolongada estancia hospitalaria de mi sobrina nieta, los intensos momentos en los que apreciaba la cercanía de mi nieta Lola, mientras veíamos en la tablet, una y otra vez, las aventuras de “la abeja Maya” o competíamos en alocadas carreras por el pasillo al grito imperativo de: ¡Preparado, listo, ya! He disfrutado con mis hijos sus breves días de descanso veraniego. He esperado ansioso e ilusionado el nacimiento de mi nieto Pablo y la boda de mi hija Irene, la ordenación presbiteral de mi hijo Paco…
La vida es un enmarañado acontecer de sucesos, a veces gratificantes, en ocasiones dolorosos y lamentablemente penosos. Junto a la incorporación como funcionario al ayuntamiento de Madrid de mi hijo Luis, he tenido que deplorar la reciente anexión de mi hijo Salvador al largo y deprimente listado de solicitantes de empleo en el INEM.
Me he excedido en el relato de mis vivencias, lecturas y reflexiones y vuelvo al comienzo de estas líneas con la cita del salmo 90: “Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna” (s. 90,4).
Las palabras del apóstol Pedro (2 Pe 3,8) reafirman la relatividad de tantos afanes y obsesiones que se incrustan en nuestro cotidiano devenir: “Mas no olvidéis una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día”.
Bellamente expresó Joan Manuel Serrat la leyenda del caminante en “Cantares”:
 “Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos.
caminos sobre la mar” (…).


Salvador Egea Solórzano