miércoles, 25 de julio de 2012

VENDEDORES DE SUEÑOS




La vida discurre sorprendente y paradójica…, o más bien somos nosotros mismos sorprendentes y paradójicos. No llegamos a conocernos del todo. La transparencia se torna opacidad, a veces,  cuando dirigimos la mirada hacia nuestro interior. Oportuna e inoportunamente descubrimos facetas, aspectos que ignorábamos, tanto de nosotros, como de las personas de nuestro entorno.
En nuestra infancia y juventud almacenamos conocimientos como si nuestro cerebro fuera un baúl sin fondo. Cuando oteamos la vida desde la perspectiva de la madurez los años desvelan nuestra ignorancia.
Sorprendente y paradójico es “El vendedor de sueños. La novela que regala ilusiones” (1). Personajes pintorescos y extravagantes, signados por las tragedias que cada uno de ellos custodia en su interior, deambulan tras los pasos de “El Maestro” en las vidas creadas por Augusto Cury.
Julio César, profesor universitario, suicida decidido y primer discípulo de “El Maestro”, vendedor de sueños.
Bartolomé, vagabundo, borracho, al que la bebida y el síndrome del habla compulsiva le habían hecho merecedor del apodo “Boquita de Miel”.
“Manos de Ángel”, Dimas de Melo, ladronzuelo de poca monta y tartamudo.
Edson, “El Milagrero”, predicador al que su afición a promocionarse lleva a situaciones tragicómicas.
Salomón Salles, afectado de trastorno obsesivo compulsivo.
Mónica, exmodelo internacional en las pasarelas de la moda. Tres intentos frustrados de suicidio, enferma bulímica, que ingiere alimentos compulsivamente.
Jurema Alcántara de Mello, anciana a la que la banda constituida, instintivamente rechaza integrar en el grupo por prejuicios de lastre y decrepitud. Antropóloga, profesora universitaria, máster  en  Harvard. Reconocida internacionalmente.  Autora de cinco libros publicados en diversas lenguas. “Revolucionaria” entre los jóvenes discípulos de “El Maestro”.
Bernabé, “El Alcalde”, borracho de barra de bar, a quien le encanta pronunciar discursos, discutir de política y dar soluciones mágicas a los problemas sociales.
Con ellos, junto a ellos, “El Maestro”: “Yo no soy religioso, ni tampoco teólogo, no soy un filósofo. Soy un caminante que trata de comprender quién es. Soy un caminante que otrora pisoteó a Dios con sus pies, pero después de atravesar un gran desierto descubrió que Él es el artesano de la existencia” (2).
Todos ellos son estereotipos en nuestra sociedad en los que de alguna manera y situaciones nos vemos reflejados. La transformación en “vendedores de sueños” que cada uno de ellos experimenta muestra el camino para la conversión de una sociedad egoísta, consumista, estresante, manipuladora en una comunidad solidaria y fraterna.
Como los personajes de la novela hemos vivido experiencias intensas, a veces traumáticas, que dejan estela, cicatrices, huellas en nuestra historia. ¿Somos capaces de reencontrarnos y resurgir?
Basta soñar, transmutarnos en “vendedores de sueños”. “Sin utopías, nos transformamos en máquinas; sin esperanza, somos esclavos; sin sueños, somos autómatas” (3).
Esta es la convicción de Augusto Cury. Y esta es también mi propia deducción, que emana de mi condición creyente. La utopía cristiana hace que nos empleemos  a fondo en la transformación de este mundo en el Reino que “EL MAESTRO” vino a instaurar en la Tierra. Los cristianos soñamos mientras suplicamos “venga a nosotros tu Reino”.
(1)   Augusto Cury, “El vendedor de sueños. La novela que regala ilusiones”. Planeta, (2010), Barcelona.
(2)   Página 98.
(3)   Página 205.

Salvador Egea Solórzano

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