lunes, 21 de febrero de 2022

 


“¿CÓMO TE ENCUENTRAS? Homenaje – 2”


El 3 de enero pasado publiqué en la plataforma Facebook “QUIERO… (Homenaje)”, en referencia a mi mujer, fallecida el 16 de diciembre.

Durante estos más de dos meses transcurridos he recibido innumerables muestras de afecto, sincera condolencia, entrañable interés por conocer y acompañarme en mi estado actual.

Esta misma mañana, como testimonio- síntesis de lo expresado, uno de tantos amigos interrumpió la conversación que manteníamos e improvisadamente me espetó: “Pero, bueno, Salvador, ¿tú cómo estás?”

Este requerimiento evocó el email, recibido el 1 de febrero, de una de esas amistades nacidas en el discurrir de los años de juventud y formación académica.

Respondí también por escrito, pasados unos días, el mensaje. Hoy he decidido hacer pública mi respuesta como agradecimiento a tantas manifestaciones de aprecio y como continuación de aquel primer “Quiero… (Homenaje)” publicado.

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Familia y amigos me vienen diciendo casi desde el día del fallecimiento de mi mujer que el tiempo irá relegando a segundo plano el recuerdo de aquella noche y la consiguiente sensación que me abruma. Insistentemente me preguntan: “¿Cómo te encuentras?” Monótonamente respondo: “Bien…, sigo la rutina diaria”. De modo que cualquier espectador puede afirmar: “No ha pasado nada, ahí lo ves, no hay diferencia entre el Salvador de ayer y el de hoy…”

Solo ha cambiado algo, -----, mi mujer no está en la cocina (su despacho, la llamaba), mientras yo estoy tecleando en el ordenador o leyendo y consultando información. Tampoco está cuando la alarma me encuentra ya despierto al amanecer o cuando las circunstancias, aunque mi hijo ---   conviva conmigo de momento, me hacen presente la soledad a la hora de sentarme a comer o cenar.

A veces, parece que estoy viviendo un sueño, una pesadilla… ¡Tan inesperado, tan ilógico…! ¡Cuántas veces nos imaginábamos dos ancianitos del brazo, apoyados uno en el otro! Acababa de cumplir 70 años y yo con 78 cumplidos voy desafiando las periódicas revisiones médicas y escabulléndome de situaciones críticas, como el infarto (tres bypass coronarios), o llegando a urgencia clínica con menos de dos millones de hematíes.

No nos poníamos de acuerdo. Cada uno quería irse primero; pero, acto seguido, ella enseguida decía: “Tampoco te quiero dejar solo”. Únicamente la imagen de un trágico accidente era capaz de quitarnos de la cabeza la idea de irnos los dos juntos en “ese viaje a lo desconocido”, que un día se me ocurrió regalarle, cuando no supe ofrecerle más que mi presencia.

Estoy deseando que me llame, que su voz me despierte una madrugada, como aquel 16 de diciembre, presto ya a completar en la eternidad los años que nos quedaban por convivir y fueron truncados.

Me conoces bien y te conozco y aprecio en ti la capacidad de leer en las líneas que preceden, más allá de la literalidad, lo que cada párrafo encierra y es tan difícil de expresar, comunicar…

No obstante, esta situación anímica no quiere dar a entender que me encuentre desolado, deprimido, abatido… ¡En modo alguno! Decía en el primer párrafo y, es verdad, “sigo la rutina diaria”. Lo considero la mejor terapia, pero, sobre todo, es un homenaje a mi mujer. Y, aparte otras motivaciones derivadas del don de la fe, es lo que ella me indicaría o me susurra, en presente, sin condicional, en estos momentos.

El día a día está lleno. ¡No estoy jubilado! Ahora con más trabajo, pues he de añadir labores domésticas que habitualmente compartíamos.

Me levanto muy temprano (a juicio de familia y amigos) y desde primera hora “esa rutina” de la que hablaba, hace que me siente, lea las lecturas bíblicas del día, reflexione… y elabore un archivo jpg que cada amanecer subo a las redes (Instagram, Faceboock, Twitter) y posteriormente comparto con grupos parroquiales.

Luego, no todas las jornadas son iguales en tareas, pero la sensación es que las horas se acortan y los días no llegan a alcanzar las 24 horas porque el tiempo pasa rápido. Faenas domésticas, con todo lo que conlleva aparejado, ocupan gran parte de la mañana. En estos días el “papeleo” y todo el ajetreo administrativo derivado del fallecimiento acapara tiempo. Pero sobre todo mi implicación en la parroquia, en la que mi mujer y yo hemos vivido y alimentado la fe y han crecido nuestros hijos polariza, de una manera u otra, mi atención y absorbe con convicción tiempo sin medida.

Apenas veo la tele, intento estar bien informado, leo… Te asombrarás si te digo que una de mis últimas lecturas ha sido J.I. González Faus, “La humanidad nueva. Ensayo de Cristología”. Estoy suscrito a varias publicaciones y, a veces, tengo que apilar boletines, folletos, semanarios y, de vez en cuando, hacer “horas extras” para ponerme al día. Si no tuviera nada que hacer, me lo inventaría, pero una ocupación que siempre va quedando atrás es escribir.

En respuesta a tu emotivo email he desembuchado un relato dejando que el corazón se fuera explayando sin cortapisas. He tardado unos días en responderte, pero creo que, hoy por hoy, estás servido. Dejo para el final el agradecimiento por tu recuerdo, tu presencia que siempre está, tu vieja amistad que los años no desgastan, sino acrecientan y fortalecen

Un más que afectuoso, fraterno abrazo, extensivo a tu mujer. Espero, deseo que los dos gocéis de salud de hierro

Fraternalmente

Salvador

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